No sé vosotros, pero a mí la Primavera, me despierta el «apetito marinero». Navegar, navegar y navegar. Qué os voy a contar. La realidad es que es en verano, cuando decidimos soltar amarras y echarnos a la mar, pues son las vacaciones las que marcan la agenda de casi todos nosotros. Pero navegar en primavera…

La primavera es la explosión de la luz, los olores y colores. Los campos, valles, montes y ríos, se engalanan luciendo sus mejores puestas. El paisaje en tierra se transforma, pasando de los grises y ocres a los verdes, rojos y amarillos. Pero en el mar…. ¿qué pasa con la primavera en el mar?
Aquí en la mar, la primavera apenas sabe de cambios de colores. Los verdes y azules, eso sí, nos ofrecen un amplio abanico, pero seguirán siendo los mismos que en otras estaciones. Tampoco los olores serán muy distintos. El mar siempre huele a mar, aunque con sus matices, en función de las aguas donde estemos.
La luz en cambio, es más suave y se vuelve más seductora. Nuestro barco lucirá mejor con las primeras y últimas luces del día. Pero realmente, nuestra «Primavera Marinera», a diferencia de la primavera de tierra, no aporta grandes cambios, más allá de los meteorológicos, claro.

Me viene a la memoria, la Cala de San Vicente, en la costa norte de Ibiza. Estábamos rodando «Costeando Ibiza y Formentera» en la primera semana de Junio. Lucía Molet, nuestra operadora de cámara, Luis Garrido, experto conocedor de la costa ibicenca, y yo mismo, navegábamos a bordo de un velero de 14 metros. Era hora de hacer un descanso, así que hicimos una pausa en nuestra singladura. Decidimos fondear en San Vicente, una magnífica cala situada en el norte de Ibiza. Su lecho parecía iluminado con luces azul turquesa. No tuvimos mucho problema en encontrar en fondeo adecuado. Realmente, la cala estaba desierta, aunque esto no era ninguna novedad. Tan desierta como el resto de las calas de Ibiza y Formentera. Increíble, pero cierto. Allí estábamos, “levitando en el fondeo”.
Durante las cinco jornadas, de lunes a viernes, que duró nuestro rodaje, recorrimos pausadamente las Pitiusas: Los Freus, Espalmador, Sa Caleta, Es Vedrá, Cala D´hort, Cala Bassa, Tagomago…
Muchos han sido los nombres que a estas islas han dado sus antiguos moradores; Ebusus, Yebishá, Ibisism, Eivissa. Por una gran parte de su caprichosa costa, el tiempo no ha pasado. En cambio, por otra, el azote de la civilización ha dejado su huella. Navegando entre tanta soledad, afloraba en nosotros en espíritu conquistador que llevamos en las venas. Nos sentíamos los señores de las islas. Cada uno de sus bellos rincones, eran solo nuestros.
Apenas compartimos fondeo con nadie y eran muy pocos los barcos divisados, y cuando cruzábamos el rumbo con alguno, nos saludábamos y nos mirábamos con cara de cómplices, “disputándonos el control de la isla”, como recelosos de que perturbaran nuestra tranquilidad. Bueno, lo cierto es que nuestras miradas delataban el privilegio de nuestros sentimientos por poder disfrutar del espectáculo y con una climatología envidiable. Seguro que muchos de vosotros ya habéis experimentado una situación semejante a ésta. Y si todavía no os habéis dado ese placer, os aconsejo que vayáis haciendo planes. Es obligado.

Navegar en Baleares, en Canarias, en las costas peninsulares. En cualquiera de los tres mares que bañan nuestra querida España, como nos cantaba Cecilia, y descubrir sus bellos rincones, se convierten en una experiencia increíble, si tenemos la oportunidad de disfrutar de ellos con pausa, serenidad y poca “buya”, como dicen los malagueños.
Será entonces y solo entonces, cuando descubramos y sintamos esa sensación tan especial y única, que me he atrevido a bautizar como: «Mi Primavera Marinera».
Alberto Contreras
Director de A TODA VELA